Las lentes de mis gafas, se hallaban empañadas en medio de
la muchedumbre de una mañana invernal en un barrio de la ciudad. El sabor
amargo del café hacia que mi paladar despertarse para poder apreciar el tierno
pan recién hecho pintado con una suave capa dorada.
Levanté la vista, dejando que mi cuello respirara entre la
bufanda que abrigaba el huesudo cuello que sostenía la alocada cabeza que
observaba la silueta que portaba el viejo delantal desteñido por el paso del
tiempo. Ese tiempo, que me hacia vivir por las mañanas entre movimientos de
vaivenes de personas divagando entre las mesas, y que más tarde moría cuando
mis piernas se hacían fuertes para alejarme de ese utópico mundo, en el que
solo ella permanecía.
Corto pero suficiente…. - ¿ Lo de siempre? – resobaba
mientras mi mirada se perdia entre los pliegues de sus labios teñidos de rojo.
– Si, por favor – titubeaba mientras mi mente gritaba atormentándome pidiendo
una mirada, un atrevimiento, o quizá… Quizá un beso.